01 -
Coloca las pechugas entre dos trozos de papel film y aplánalas con un mazo hasta que midan unos 6 mm de grosor.
02 -
En un plato poco profundo, coloca 2 tazas de harina.
03 -
Mezcla en otro plato la levadura, el bicarbonato, la pimienta negra y la sal.
04 -
Combina el suero de leche, la salsa picante, el ajo picado y el huevo en esta mezcla, revolviendo bien.
05 -
Lleva el aceite o la manteca de girasol a una temperatura de 165°C en una sartén profunda (mejor si es de hierro fundido). Prepara una rejilla metálica sobre un papel antiadherente.
06 -
Pasa una pechuga por la harina, sacudiendo el exceso. Sumerge después en la mezcla líquida y deja escurrir lo sobrante. Vuelve a cubrir con harina, asegurándote de que quede bien cubierta. Coloca el pollo en la rejilla y repite con las demás piezas.
07 -
Fríe las pechugas por tandas (si es necesario) hasta que estén doradas y crujientes, alrededor de 3 a 5 minutos por lado. Ponlas sobre un plato con toallas de papel para quitar el exceso de aceite. Manténlas calientes cubriéndolas con papel aluminio mientras haces la salsa.
08 -
Retira el aceite sobrante de la sartén, dejando solo 1/4 de taza de grasa junto con los trocitos sólidos. A fuego bajo, mezcla lo reservado con la harina restante, raspando el fondo de la sartén para despegar los residuos.
09 -
Agrega la leche, sube a fuego medio y revuelve hasta que hierva suavemente. Cocina, moviendo constantemente, hasta que espese, unos 6 o 7 minutos. Sazona con sal y pimienta al gusto.
10 -
Coloca el pollo frito en un platón y vierte la salsa caliente por encima.